Las casas pasivas hacen referencia a un tipo de edificaciones modernas que utilizan energías totalmente renovables y se basan en el aprovechamiento responsable de los recursos naturales. Estas construcciones tienen en cuenta las características propias del lugar donde se emplaza, tanto en términos climáticos como geográficos, así como su orientación, aislamiento o protección contra la radiación del sol.
De esta manera, es una vía interesante para reducir el exceso de emisiones de CO2 a través de materiales sostenibles, y lo más importante: las edificaciones están pensadas para minimizar el impacto en el medio ambiente desde su puesta en marcha hasta el final de su utilidad. El concepto no es nuevo, sino que surgió en la década de 1980, momento desde el cual se ha ido incrementando el interés por este tipo de viviendas.
La normativa europea 2010/31/EU sostiene que los edificios públicos desde el 2018, y los de nueva construcción, desde el 2020 deberán ser de bajo consumo energético. Por esto, las casas pasivas son una opción a tener en cuenta a partir de ahora.
Qué diferencia a las casas pasivas
En primer lugar, las casas pasivas apuestan por el consumo energético eficiente, basado en las condiciones que ofrece el entorno donde se van a localizar, con el objetivo de reducir el consumo de energía.
También son ecológicas. Las casas pasivas no solo reducen el consumo energético, sino que también respetan el medio ambiente y minimizan el impacto de la actividad humana en el mismo.
Respetar el entorno no está reñido con la comodidad. El hecho de ser una alternativa a las viviendas tradicionales no es un problema a la hora de instalarse en estas edificaciones. La calidad de vida aquí puede ser la misma que en cualquier otra casa.
Deben ser asequibles. Si queremos apostar por la sostenibilidad, es importante que este tipo de viviendas estén al alcance de cualquier persona.
Además de ser de mínimo consumo de energía, las casas pasivas o passive house reúnen las condiciones de climatización idóneas para cualquier época del año. Pero hay dos pasos clave a la hora de planificar su construcción:
- Un estudio del clima. Es importante tener en cuenta las condiciones climáticas del emplazamiento donde se va a ubicar el edificio, desde los días de sol al año, la lluvia, las características del entorno, etc. Una vez estudiados estos puntos, se decide cuál es la orientación a la que debe dirigirse la casa y cómo ha de ser el diseño para lograr el objetivo de ser eficiente energéticamente sin perjudicar la calidad de vida.
- La elección de los materiales. Las materias primas utilizadas para la construcción deben ser totalmente ecológicos y sostenibles. También las técnicas empleadas han de ser eficientes y no perjudiciales para el medio ambiente y la zona donde se localizará el efificio. Como vemos, ya desde el principio se trata de reducir el impacto medioambiental, sin olvidar la utilidad de los materiales, que en todas las partes de la vivienda son de bajo nivel de transmitancia térmica, lo que permite un mejor aislamiento.
En la práctica, las casas pasivas permiten ahorrar hasta un 90% del consumo de calefacción en comparación con viviendas de construcción tradicional, y hasta un 75% en comparación con edificaciones más modernas. De esta forma, los gastos se reducen considerablemente, y es posible ahorrar a corto y largo plazo.
Además, se trata de viviendas muy confortables, algo que se debe al control constante de la climatización. Pero las casas pasivas no solo son prácticas en este sentido, sino que también emplean otras tecnologías que permiten su durabilidad y el ahorro en reformas, al estar hechas a base de materiales de calidad.