El impacto de las rutinas contemporáneas del ser humano en el entorno es evidente a día de hoy: contaminación, ruido, generación de residuos, etc. Sin embargo, cada vez se buscan más alternativas para evitar que dicho impacto sea negativo, sin que ello perjudique nuestra forma de vida. Un ejemplo de ello es el de las azoteas verdes o green roofs, que en algunas ciudades ya son visibles. Como explicaremos, estos tejados permiten reducir el consumo de energía, producir alimentos o servir como hogar para especies amenazadas o vulnerables en las capitales.
La propuesta es todo un ejemplo de ahorro y sostenibilidad, aprovechándonos de los tejados, cuya única función tradicionalmente había sido dar cobijo a los habitantes de las viviendas. Su puesta en marcha consiste en la instalación de un espacio verde en la azotea, de forma que se utilicen las zonas más altas de las ciudades para conservar la energía, y sirviéndose de la tierra extra presente en el suelo que no se ve y a la que no se da uso. Esto se puede hacer de diferentes maneras:
1. Con tejados verdes intensivos. Son los más habituales en edificios comerciales, de estructura robusta y sirviéndose de una capa gruesa de suelo, de varios centímetros de profundidad sobre un tejado plano. Este sistema permite el cultivo de una gran diversidad de plantas, entre las que se encuentran árboles y algunas comestibles o que producen alimentos, gracias a los nutrientes que aporta el suelo. Las azoteas intensivas requieren cuidados especiales y mantenimiento constante, pero son capaces de producir verduras y hortalizas en pleno centro de una capital, lo que evitaría la contaminación del transporte que traslada la comida desde zonas rurales.
2. Con tejados verdes extensivos. Su estructura es más ligera que la de las azoteas previas, con una capa de suelo más fina y con menos centímetros de profundidad, en la cual pueden aflorar pequeñas especies como gramíneas. Por tanto, requieren un menor mantenimiento y las plantas crecen más rápido que las anteriores, pero permiten absorber el calor y refrigerar un edificio entero. Además, las plantas pueden mantenerse durante mucho tiempo debido a su resistencia a las inclemencias climáticas, y resultan mucho más agradables a la vista que los tejados tradicionales.
Aislantes naturales
Estos dos tipos de jardines suponen una forma sostenible de aislar edificios completos frente a las altas temperaturas, como si de un bosque se tratase, y puede hacerse de una manera natural, con la simple instalación de suelo y especies vegetales. Esta vía serviría para reducir el denominado “efecto isla de calor”, que aparece en los entornos urbanos debido al sobrecalentamiento de los edificios, el tráfico excesivo o la industria, lo cual explica las diferencias de temperatura entre ciudades y pueblos en verano. Si el tejado está, además, humedecido, el efecto refrigerador es doble. Así, se trata de un sistema alternativo al aire acondicionado, o al menos idóneo para reducir el consumo de este, y por tanto, para minimizar el gasto económico y energético que supone.
Pero, ¿qué pasa en invierno? Pues bien, las cubiertas con vegetación son aptas en todas las estaciones y en cualquier lugar del planeta, independientemente del tipo de clima. Cuando las temperaturas son más bajas, la instalación de tejados verdes no pierde su efecto aislante, pero en este caso, en relación al frío. Ello se debe a que en esta época del año, las azoteas pueden evitar que el calor salga del edificio y mantener una temperatura estable y equilibrada dentro del mismo.
Por otra parte, los tejados verdes pueden reducir las emisiones de CO2, ya que la presencia de árboles y plantas permite que estas instalaciones puedan absorber este gas presente en el aire, a la vez que liberan oxígeno. Así, podría reducirse considerablemente la contaminación y mejorar la salud de las personas que habitan las ciudades.
A lo anterior cabe añadir la importancia de las cubiertas verdes como aislantes acústicos, sobre todo en las zonas más concurridas de las capitales, lugares de ocio nocturno, donde se localiza la industria, o las cercanías a los aeropuertos.
Reserva de especies amenazadas
Es habitual que las personas mayores recuerden algunas especies animales que hace años se dejaban ver por los entornos urbanos, pero ya no sucede. Es por eso que los tejados verdes podrían convertirse en una especie de reserva para estas especies, sobre todo aves, que podrían anidar sin ver peligrar sus vidas ni contemplar cómo sus hábitats con destruidos. Los voladores tendrían el alimento asegurado, puesto que las zonas verdes atraen a los insectos que conforman su principal sustento.
Por su parte, las amenazadas abejas podrían tener a su disposición numerosas plantas para polinizar, de forma que las azoteas servirían como hogar para esta especie tan esencial.
Gestión del agua y de los alimentos
El hecho de disponer de huertos en lo alto de los edificios sería una manera sostenible y ecológica de producir alimentos para las personas, de manera local, de kilómetro cero y con un coste mucho menor que el que supone el transporte hacia las capitales, donde hay una mayor demanda al haber más cantidad de población.
También podría gestionarse de manera más eficaz el agua de lluvia. Esta sería atrapada por los bosques altos, algo especialmente relevante cuando surgen tormentas fuertes. Y todo ello sin olvidar que la presencia de vegetación en los edificios urbanos sería una forma idónea de mejorar nuestras emociones y reducir el estrés de las ciudades.
La instalación de cubiertas verdes es, además, un aspecto a tener en cuenta a la hora de otorgar la certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Design), destinada a premiar a los edificios que funcionan de manera sostenible, si estos cumplen con ciertos requisitos.
En Nueva York, un claro ejemplo de capital masificada, ya es obligatorio incorporar tejados verdes en los edificios de reciente construcción, como recoge la Ley de Movilización Climática. También Oslo, Basilea y Copenhague tratan, desde hace años, de impulsar estas instalaciones en todo tipo de edificaciones.
En España, algunos ejemplos de azoteas verdes son el Terrat Viu de Barcelona, propiedad del Museo de Ciencias Naturales, con más de 7000 metros cuadrados y con una vegetación inspirada en la etapa preindustrial; la sede de Urbaser, empresa encargada de la gestión de residuos en Barcelona, con 400 metros cuadrados; y el Centro Comercial Lagoh de Sevilla, con 10000 metros cuadrados de espacio verde.