Se hace bastante complicado entender las ciudades sin vehículos en las calles. No solo hablamos de coches particulares. Es inconcebible mantener el ritmo de urbes como Madrid o Barcelona sin autobuses o taxis.
No obstante, es evidente que las últimas restricciones por altas tasas de contaminación y la cada vez mayor conciencia medioambiental obligan a una reestructuración en la forma en la que nos desplazamos. No implica la renuncia a ninguno de nuestros medios de transporte, pero sí a priorizar los espacios que primen la presencia de peatones y un orden en la movilidad de transporte privado y público.
Cabe destacar que el 61% de los desplazamientos en coche propio que se realizan en Barcelona, por ejemplo, son con fines personales. Ello nos sirve como referencia para entender la proliferación de aplicaciones y asistentes a la hora de conducir en capitales y ayudarnos a ahorrar y movernos de manera más sostenible.
El hecho de que un ciudadano pueda gestionar todas estas opciones en una sola aplicación en su smartphone simplifica enormemente el cómo se mueve y le permite optimizar sus recursos: véase de tiempo y económicos.
Pero ¿qué tiene todo ello que ver con la movilidad urbana sostenible?
Objetivo de la movilidad urbana sostenible
Este concepto surge para dar respuesta a la necesidad de reordenación de los desplazamientos dentro de las grandes ciudades. En parte, como consecuencia del crecimiento poblacional y del aumento del parque de vehículos de uso particular. En el año 2016 se contabilizaban 22.876.830 de turismos frente a los 11.995.640 existentes en 1990, según datos de la DGT.
A todo ello hay que sumar casi cinco millones de furgonetas y camiones solo en 2016, por hacernos a la idea. ¿Cómo convivir con tal cantidad ingente de utilitarios y lograr que el peatón siga siendo el protagonista de las ciudades que ha creado?
Un plan de movilidad permite:
- Una mejor gestión del uso de energía.
- Descongestión de vehículos en las ciudades, principalmente en las zonas céntricas, donde se hace más difícil la gestión del tráfico.
- Desarrollar programas que mitiguen la contaminación.
- Promover valores medioambientales que beneficien la convivencia ciudadana, con repercusión directa en la Salud de los vecinos.
- Un menor tiempo atrapados en atascos y retenciones que, en muchos casos, se repiten diariamente y que afectan a la calidad de vida de conductores y sus familias.
- Ceder más espacio a las zonas verdes y tramos peatonales.
- Reducir el número de accidentes en los desplazamientos internos.
¿Cómo podemos apostar por ello sin sacrificar el uso de coches?
- Hacer un uso compartido siempre que se pueda: para ir al trabajo, llevar a los niños al colegio, a clases extraescolares…
- Ayudarnos de apps para potenciar la ocupación de plazas de parking subterráneos y no colapsar calzadas, facilitando el aumento de zonas peatonales.
- Dejar el coche en parkings disuasorios y movernos en transporte público por el centro.
- Descender la velocidad para emitir menos gases contaminantes y evitar las restricciones de acceso a determinadas zonas en grandes ciudades.
- Ir en taxi a barrios céntricos.
Es importante entender que el espacio público es de todos, también de los coches. No podemos entender las ciudades del futuro sin un equilibrio entre ciudadanos y vehículos a motor. Un claro ejemplo de ello es el plan de movilidad responsable impulsado por la ciudad de Pontevedra, donde se ha eliminado el aparcamiento regulado y donde se ha reducido en casi un 70% el uso del transporte privado.
Entre las medidas adoptadas, se ha sustituido el aparcamiento regulado por 15 minutos de acceso gratis a parkings subterráneos en las zonas céntricas. Ello se traduce en menos congestión, más uso de medios de transporte respetuosos con el medio ambiente, un descenso considerable del uso de combustible y menos accidentes, logrando la cifra cero de fallecidos por atropello dentro de la ciudad.