Sin plástico

El miedo da alas al plástico

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El estado de alarma no solo ha cambiado nuestras rutinas, también se han visto afectados los hábitos de consumo. Y si antes de ello la gente quería apostar con rotundidad con productos menos envasados o reutilizables ahora se hace inconcebible en cierto modo. A la preferencia de los productos envasados en plástico se ha unido el uso de mascarillas quirúrgicas a diario y guantes de látex, ambas cosas desechables después de un uso.

Los datos de Ecoembes hablan por sí solos, desde que se decretó el estado de alarma los hogares españoles reciclan un 15% más de plástico. La cifra ha sido recogida del 80% de las plantas de reciclaje distribuidas por todo el país. Dentro de negativo del aumento del uso de plástico, es necesario destacar que los ciudadanos siguen comprometidos con el cuidado del medio ambiente y desechan los residuos plásticos en los contenedores amarillos.

El peligro de esta situación no es tanto lo reciclado sino lo no reciclado, si bien se sabe que en los hogares de los infectados con coronavirus no se puede reciclar y sus residuos se queman, el aumento de basura no reciclada que sí debería  estarlo parece evidente. Es muy peligroso pues esta puede acabar acumulada en la naturaleza.

Aparte cabe plantearse si la situación excepcional, cuya duración es incierta, no instaurará de nuevo una cultura de contaminación “preventiva”. Un caso paradigmático es starbucks que ha prescindido de los envases reutilizables como forma de evitar contagios:

Si es una tendencia que se mantiene supondrá que en los supermercados se mantengan las bolsas de plástico en las secciones de fruta y verdura, que en las cafeterías y bares pongan tapas de plástico en los vasos, que el uso de pajitas de plástico sea aceptado, etcétera. Quizá donde más problema suponga sean los supermercados, pues es bastante más sencillo desinfectar un envase de plástico que por ejemplo de papel.

La ruptura con todas las prácticas anteriores no estará asegurada mientras no haya medidas institucionales concretas. En el caso de España hay cierta esperanza gracias al Pacto Verde Europeo y la reciente petición de su aceleración y gracias a la propuesta del II PNACC del Ministerio para la Transición Ecológica. 

Sin embargo, mientras no se divise el final de esta situación todas las medidas que para mitigar los efectos del cambio climático y de la contaminación tendrán que estar sujetas a una especial atención al desarrollo de la enfermedad.

Y si bien parece que en España lo peor ya pasó, no hay nada escrito y los expertos alertan de una segunda ola, que prolongaría una mayor tolerancia al uso de los plásticos que en circunstancias normales no estaría justificado.

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Lo único que se puede hacer es sentarse a observar el desarrollo de los acontecimientos y hacer todo lo que pueda depender de uno para no agravar la contaminación y la generación de residuos. Quizá la responsabilidad individual aporte un poco de esperanza aunque es más que evidente que son unos tiempos raros los que se está viviendo.

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