El programa L’Oréal-Unesco ha premiado recientemente a la científica española Cristina Romera Castillo por su investigación en el ámbito de la contaminación por plástico en los mares y océanos. Su estudio se centró sobre todo en cómo afectan los plásticos a la cadena trófica de los seres vivos marinos.
La científica descubrió que el plástico -al no ser un material puro- libera carbono en las reservas marinas. Este es consumido por las bacterias que de normal se alimentan con el carbono orgánico generado por el fitoplancton. Parte del carbono que consumen las bacterias marinas se convierte en CO2. Es un grave problema puesto que las emisiones excesivas de este gas provocan la acidificación del agua y dificultan el desarrollo de las especies.
No solo las bacterias se alimentan de plástico
Ya se ha podido comprobar que las tortugas de al menos dos especies se alimentan de plástico porque con el paso del tiempo a este se le pegan diversas partículas marinas que hacen que su olor les resulte atractivo.
Las tortugas laúd confunden bolsas de plástico con medusas, que son su fundamental alimento y en un experimento publicado en Current Biology han descubierto que las tortugas boba se sienten igual de atraídas por el olor del marisco que por el olor del plástico que lleva flotando varias semanas.
Incluso la fauna que vive en entornos marinos, no directamente en el agua, se ve perjudicada por los desechos. El científico australiano Chris Wilcox prevée que en 2050 la totalidad de las aves marinas habrán consumido plástico. En la actualidad esa tasa se sitúa en el 90%. Lo preocupante es que es una tendencia que ha ido en aumento desde los años 60, cuando tan solo el 5% de las aves había ingerido plástico.
Ni tan siquiera los animales de río se salvan de consumir plástico. Un grupo de científicos suecos dirigidos por Oona Lönnstedt descubrieron que las larvas de perca prefieren alimentarse de microplásticos antes que de zooplancton, que es su alimento habitual. Las tasas de supervivencia entre larvas que se alimentan a base de plástico eran cuatro veces más bajas puesto que su actividad en general era más baja y eran incapaces de reconocer a los lucios, que se alimentan de ellas.
¿Y los humanos? Sí, también ingerimos plástico
Semanalmente ingerimos la cantidad de plástico equivalente a una tarjeta de crédito. Esa fue la conclusión a la que llegaron investigadores de la Universidad de Newcastle que colaboraron con WWF. El total anual de plásticos ingeridos por una persona ronda en torno a los 250 gramos.
Phillip Schwabl, de la Universidad de Viena estudió las heces de ocho personas de distintos países: Japón, Rusia, Polonia, Reino Unido, Italia, Finlandia, Holanda y Austria. Durante una semana tuvieron que anotar qué comían y como venía envasado su alimento. Todas tuvieron en común la presencia de microplásticos y los materiales más presentes en todos los casos fueron los componentes del PET.
Los plásticos aparecen en el cuerpo humano por dos factores principales: los envases de los alimentos y su presencia en los propios alimentos. Y a pesar de que diariamente estos son expulsados del organismo con las excreciones, parte de los compuestos tóxicos que llevan están directamente vinculados con enfermedades como la diabetes, el hipertiroidismo o la infertilidad.