La mineralización de carbono es un proceso natural en áreas montañosa de países como Islandia o Asia que podría contribuir a eliminar de la atmósfera todos los gases de CO2 perjudiciales.
Los científicos señalan que, si este proceso se pudiera acelerar, controlar y economizarse a gran escala, ayudaría a eliminar el cambio climático, ya que las rocas serían capaces de suprimir una gran parte de los millones de toneladas de dióxido de carbono que retienen el calor y que la sociedad ha emitido a la atmósfera desde el surgimiento de la era industrial. Aseguran que si al convertir el dióxido de carbono en piedra los gases de CO2 se eliminarían para siempre de la atmósfera.
Con el paso del tiempo, cada vez son más los investigadores que se interesan por almacenar y capturar el dióxido de carbono en las rocas.
“Los minerales sólidos de carbonato no se irán a ningún lado”
Peter B. Kelemen, geólogo del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty, Universidad de Columbia.
Lo que tienen en mente geólogos como Keleman es separar el dióxido de carbono del aire para paralizar el aumento gradual de este gas en la atmósfera. Es un proceso de captura directa, considerado poco práctico, ya que habría que eliminar millones de toneladas de gas para que el resultado fuera significativo. Por esta razón, hay otras alternativas para enfrentarse al calentamiento global.
¿Cómo se transforma el gas en piedra?
Mediante unas turbinas de gran tamaño, se absorben grandes cantidades de aire. Al mismo tiempo, las moléculas de dióxido de carbono se retienen y, después, se trasladan bajo tierra a bases de rocas volcánicas. De esta manera, cuando el CO2 llega a esta superficie y se junta con el basalto, se solidifica y se convierten en rocas calizas. El beneficio de todo esto es que no es necesario almacenar y controlar el gas en piedra en un depósito.
Cabe destacar que todavía es un programa piloto que todavía está por desarrollar y mejorar, aunque sean múltiples los científicos y empresas que están trabajando para crear máquinas capaces de extraer este gas de las piedras, a pesar de que sea en pequeñas cantidades. Aunque según sus cálculos, se prevé sacar 50 toneladas al año.
El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático señala que impulsar ese tipo de tecnología es fundamental para paliar el calentamiento global. No obstante, la idea apenas se ha extendido, ya que hay menos de veinte proyectos que trabajen operen para capturar el dióxido de carbono que procede de la quema de combustibles fósiles en centrales eléctricas o en otros procedimientos industriales y se acumula como gas bajo la tierra.
CO2 y Basalto: una mezcla inimaginable
La central eléctrica geotérmica ubicada en Islandia ha sido la responsable de inyectar cantidades considerables de dióxido de carbono en las rocas volcánicas, donde con posterioridad se mineralizan. Tras varios años de investigación, los investigadores de esta planta se dieron cuenta de si inyectaban el gas en las rocas de basalto, se formaba carbonato, un gas que por sí solo no puede regresar a la atmósfera.
«Los resultados muestran que entre un 95 y un 98 por ciento del CO2 inyectado se mineraliza en menos de dos años, lo que es increíblemente rápido», señala
Juerg Matter, el investigador principal del proyecto.
Según las estimaciones que se habían hecho con anterioridad, se esperaba que el dióxido tardase unos 12 años en mineralizarse, por lo que el proceso es mucho más rápido de lo esperado.
«Esta técnica abre la puerta a encerrar enormes cantidades de CO2 de forma segura en un periodo muy corto de tiempo». Aunque esto no quiere decir, ni mucho menos, que reducir las emisiones haya dejado de ser el propósito principal.
Desventajas de la extracción de CO2
No cabe duda de que esta técnica es una gran idea, pero todavía hay gente que se pregunta ¿por qué todavía no se ha desarrollado si es tan buena como dicen?
Hay dos respuestas para esta cuestión. Por un lado, se debe a que la extracción del gas, hasta el momento, se ha tenido en cuenta como un plan b poco apetecible, ya que el deseo habría sido disminuir las emisiones lo máximo posible sin la necesidad de recurrir a esta alternativa. En este contexto, se considera una técnica poco responsable porque fomentar este procedimiento y otros similares, es una manera de dar carta blanca al tema de las emisiones incontrolables.
Por otro lado, el segundo motivo responde a términos económicos. Retener y separar el CO2 del aire resulta demasiado caro. Según datos de un informe publicado en 2011, sacar una tonelada de CO2 del aire sitúa su coste entre 600 y 1000 dólares. Además, son necesarias 23 toneladas de agua por cada tonelada de CO2, lo que supone una exageración. Es cierto que en Islandia sobra agua, pero hay muchos países subdesarrollados que no tienen a su disposición estas cantidades de agua y, por medio de los ODS se esta luchando para evitar este tipo de problemática. A esto, hay que sumar las grandes inversiones necesarias para las infraestructuras.
No obstante, gracias a los avances alcanzados, los precios ya no son tan elevados. Por esta razón, es imprescindible lograr el umbral en el que la tecnología sea lo más factible y accesible posible para que se pueda integrar al sacrifico global por suprimir el cambio climático, junto a las pautas necesarias para vigilar las emisiones.
La primera planta que transforma el CO2 en piedra
Cuando la Cumbre de París de 2015 finalizó con lo que muchos denominaron «un acuerdo histórico», algunas voces, llenas de escepticismo, se elevaron.
Apuntaron, entre otras cuestiones, que para mantener un control sobre el calentamiento global de manera que no supere el 1.5º, no sería suficiente con disminuir las emisiones del CO2, sino que habría que extraer parte del mismo. En esta línea, Islandia se puso manos a la obra e inauguró la primera planta que emite emisiones negativas de CO2, es decir, que consume más gases de los que genera.
Esta central geotérmica, está ubicada en, Hengill un volcán mágico para los islandeses, ubicado en Hellisheidi, Islandia. Lo que hace esta planta es solidificar los gases sucios que, después, serán transformados en piedra por el proyecto CarbFix. De esta manera, el CO2 queda atrapado en el interior de las piedras para siempre y no contamina la atmósfera, ya que se reinyecta en el subsuelo.
En la actualidad, se generan más de 40 millones de toneladas de CO2 al año. Transformando el gas en piedra es como los científicos e investigadores han resuelto esta problemática. Por ello, tener a disposición herramientas que contribuyan a disminuir las emisiones del CO2 es una buena noticia para persistir en la lucha contra el cambio climático.
Si a esto se le suman ayudas que permitan escalar en el sistema, y que son alternativas rápidas, seguras y baratas los resultados serán significativos y beneficiosos.
En definitiva, es posible que estemos ante uno de los avances tecnológicos más amplios y ante una de las formas más inteligentes para frenar el cambio climático y no nos estemos dando cuenta.